jueves, 17 de diciembre de 2009

LA SANGRE, SIGNO DE LA JUVENTUD

Cuando los años siguen la huella de la vida, las manifestaciones se dan en la apariencia, en la motricidad pero fundamentalmente, en el físico-externo y en la piel. Muchos años atrás, a fines del Siglo XVI, comienzos del siglo XVII, una mujer húngara conocida como “La Condesa Sangrienta”, descubrió en su ignorancia solitaria apoyada de poder y morbosidad, que la sangre de las jóvenes detenía la vejez…

Erzsébet Báthory nació en el Reino Húngaro el 6 de agosto de 1560, y obtuvo una infancia destacable, recibiendo una cultura general excepcionante, alcanzando fluidez en tres idiomas, obteniendo una educación perfecta pero sin la libertad de opinión y discernimiento.

Se casó a los 15 años con el Conde Ferenc Nádasdy –El Héroe negro de Hungría, por su desempeño en las guerras-, con quién se mudó al Castillo Čachtice de Csejthe junto con su suegra, que la odiaba.

Al morir su marido en 1604 en el campo de batalla, se deshace de su suegra y toda la familia Nadasdy, para vivir sus días de poder y riquezas. Su adultez y la ausencia de la imagen masculina, la indujo hacia años de amantes y perversiones sexuales, lesbianismo, de brujería, alquimia y por sobre todas las cosas, de experimentar tras un incidente, la capacidad de borrar las arrugas.

Su descubrimiento se produjo por accidente, cuando era peinada por una de sus sirvientes, quién sin quererlo, le tiró del pelo recibiendo en respuesta un golpe en el rostro, por parte de la Condesa, quién la hizo sangrar, salpicando el brazo de Bathory. Ella notó en su extremidad que, con la sangre, la piel se volvía como un seda, sin marcas haciendo desaparecer las arrugas devenidas con los años y es allí donde comienzan los crímenes.

Fueron sirvientas, campesinas jóvenes bellas –condición preferente y primordial para que el experimento tuviese éxito-; realizó un harén de mujeres ingenuas persuadidas por trabajo o por regalos, un sótano como enjambre de abejas, el baño de sangre, ídem a la esperanza para su eterna belleza.

Desesperadamente, los mordiscos arrebatadores, propios del vampirismo, hacia las víctimas, no fueron un mecanismo usado en reiteradas ocasiones por la condesa pero sí, métodos extraños que demostraban la perversión, como lpor ejemplo, un jaula de cuchillas en la que metía a las chicas mientras la mecía con una soga, esperando el desangrado que cubra de roja-inocente sangre, su piel de cuatro décadas. Ésta, fue sólo una forma de tantas.

Fuera del castillo, encontraron algunos cadáveres, sospechando la actividad dentro del mismo, además de la desaparición de la juventud femenina en el pueblo, por lo que el conde György Thurzó se encargó de la investigación descubriendo dentro del castillo decenas de cuerpos descompuestos, o sangrando vivos en la inmensidad del ambiente frío.

Por su virtud de Condesa, parte de la nobleza, Erzsébet no podía ser enjuiciada, como sus cómplices, castigados brutalmente, decapitados, a excepción de las brujas, a quienes les arrancaron los dedos con tenazas antes de quemarlas vivas.

Bathory fue castigada a vivir encerrada en su castillo totalmente cubierto de una construcción que, ni siquiera permitía la entrada de la luz del sol y sí, solamente una pequeña hendidura por donde se le pasaba alimentos; allí, sin sus pertenencias, en la oscuridad y soledad de su hábitat que se llevó el alma de 650 jóvenes; estuvo cuatro largos años hasta que dejó de aceptar el desperdicio que le daban muriendo, el 21 de agosto de 1614, a los 54 años.


1 comentario:

  1. En la historia hubo incontables casos de vampirismo, obra de asesinos pasionales o simples idealistas que mantenían la creencia en la sangre como manantial de eterna belleza y juventud.

    Este especie de síndrome de "Dorian Gray" tiene origen varios siglos atrás... En el siglo XV, Vlad Tepes (quien inspiró a Bram Stoker en su obra Drácula) se decía que practicaba la magia negra y tenía gusto por la sangre. Gilles de Rais que luchó junto a Juana de Arco, torturó y mató a más de 300 niños buscando en la sangre el secreto de la piedra filosofal.
    En el siglo XIX se popularizó el término 'vampiro' con los crímenes desmedidos de inescrupulosos asesinos en serie como el vampiro de Dussendolf (conocidísimo caso del Aleman que mataba y bebía la sangre de sus víctimas) o Fritz Harmann que secuestraba jóvenes y los mataba de un mordisco en la carótida...

    La historia de los 'verdaderos' vampiros llegó incluso hasta nuestros tiempos en asesinos que beben sangre y comen carne humana o simplemente sádicos que se deleitan o culminan su acto sexual con el desangramiento de la víctima (Albert Fish, Andrei Chikatilo, Henry Lee Lucas, Armin Meiwes y varios etcéteras...).

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